Ya es verano en EL SOTO de Boñar
El verano de julio nos está resultando un tanto remolón. Después de una primavera predominantemente seca, la época estival se presentaba más bien fría y desapacible. Ya casi nos hacía recordar aquello de que "el invierno no se lo comió el lobo", pero aplicado a la estación calurosa por excelencia. Sea lo que fuere, a mediados de mes las altas temperaturas se han cernido sobre nuestra montaña oriental leonesa.
Haciéndose eco de la noticia, hasta Álvaro la ha subido a su columna de LA LIEBRE y, con el título de VERANO, elaboró un emotivo artículo con reminiscencias de la infancia. Cedámosle la palabra.
" El verano es una infancia que se resucita cada año en los pueblos leoneses para que no perdamos del todo la ilusión de los niños. Por entonces, abríamos los días por el principio, cuando el sol monda todavía el velo de la luna de los cerezos, y nos sobraban horas para encontrarnos entre las sebes de los montes, los ruidos de las presas que nos llamaban para mojarnos las zapatillas en el riego de los prados, los siseos de las varinas de avellano con las que disciplinaba mi primo Pablín a las lagartijas por las tapias, los ojos rumiantes de las vacas por parir, las tardes de hierba en las que molestar en el boquero del pajar al meter las pacas, los robos de la fruta todavía verde y los besos furtivos que nos esperaban a la vuelta de la esquina de la adolescencia, en el amanecer de la estación del tren de Boñar o en las lomas de las Canteronas. No había tiempo para la siesta, que era una cosa aburrida como comer sopa o escuchar las noticias del telediario, y entre las ruedas de la bicicleta por las tardes se colaba de nuevo la noche para cobijarnos de perseidas en las que nos excusábamos para trasnochar, como haríamos más tarde con otras estrellas fugaces. No queríamos dormir porque nos sobraban los sueños de estar despiertos. Y, sin que nos diéramos cuenta, se nos empezaron a caer los párpados con las hojas de cada otoño hasta cubrirnos con otras edades más mentirosas.
Cerezas rojas y blancas en Barrio de las Ollas (I) y flores en Boñar (D).
Pero, cada julio, se nos trepa el verano de nuevo a los manzanos para que le demos un vistazo a lo que quisimos jugar cuando no teníamos miedo de perder. Se nos aparecen los rapaces con los bañadores mojados y el bocadillo de Nocilla de la merienda, mientras Inés vuelve a la orilla de la piscina para avisar a Martín y a Mateo de que ya es hora de que salgan, que se les empiezan a poner los labios morados, que les esperan en el Soto para jugar al fútbol, que como tenga que entrar a por ellos va a ser peor. Allí arriba, nos vienen a los labios nombres de veraneantes que fueron compañeros de estación, insobornables cómplices de los que juramos que nunca nos separaría nada, y nos encontramos con amigos en los que hemos dejados rastros propios, como pistas prendidas en los árboles para encontrar el camino de vuelta hacia nosotros mismos. Es una veredina que se abre en la hierba cuando pisas despacio, levantas la cabeza para que te lama el sol de frente y cierras los ojos.
Está ahí. Otra vez tu verano."
Parque infantil y Campamento Puente Viejo
No hay comentarios:
Publicar un comentario