Yo, que tuve el honor de recibir personalmente clases de piano de D. José Castro Ovejero (que diera nombre al actual Conservatorio de Música de León ), amigo íntimo de mi admirado profesor D. Antonio G. de Lama, ambos naturales de Valderas (mi penúltimo destino como profesor de Bachillerato), es natural que sienta un cariño especial por la música clásica y, más en concreto, por la interpretada a través del teclado. Y ello me trae a la memoria un acontecimiento singular, ocurrido durante las fiestas de San Roque - 1986 en Boñar.
Era una noche estrellada de principios de agosto. Suena el timbre de mi casa y, al abrir la puerta, me encuentro con un matrimonio (pienso yo, como así resultó ser) relativamente joven. Toma la palabra la mujer y me expone sus inquietudes (siempre los hijos): "Nuestra hija necesita un piano para seguir ejercitándose todo este mes. Nos han hablado de usted, y aquí nos tiene". De esta forma tan fortuita y simple nos conocimos.
Yo les recomiendo que pasen por el Ayuntamiento y que hablen con el señor alcalde. De antemano, cuentan con mi "visto bueno" (y nunca mejor dicho); sólo queda que él lo vea factible, para que su hija ARLENE pueda utilizar el piano del Colegio Municipal Homologado "P. Díez - R. Guerrero" (por cierto, ¿qué habrá sido de aquel piano?). Al día siguiente, todo quedó resuelto y se les facilitó una llave de acceso al centro, con la única recomendación de que, al tratarse de una menor, procurasen acompañarla durante los ensayos.
La escucho tocar, a los dos días, y propongo a sus padres que ella dé un concierto con motivo de las próximas fiestas sanroqueñas. Ellos, tímidamente anhelantes, apoyan la idea. El resto corre de mi cargo. Busco partituras. Isabelita (otra de mis profesoras cuando yo apenas alcanzaba a tocar el piano, y me tenía que poner un cajoncito para apoyar los pies) me ofrece, solícita, todo cuanto tiene meticulosamente archivado; y, entre ella y Pianos "Arévalo", conseguimos confeccionar el programa del recital pianístico, cuarenta y ocho horas antes de su interpretación al público.
Son las nueve de la noche del día 14 de agosto. En el campo de fútbol del Soto ha quedado el bullicio de los chavales, que pugnan por el primer puesto en las competiciones pedestres, ciclistas y de sacos. Al final de las mismas, Celia anuncia por el megáfono el recital de piano de ARLENE REINA SANTA MARTA. La concurrencia está como sesteando. No importa.
Son las nueve y cuarto, y el auditorio del salón de actos del Colegio está prácticamente completo (apenas una veintena de personas). A mí me viene a la mente el Arcipreste de Hita ("las grandes esencias se conservan en frascos pequeños"). Presento a la concertista: "estás entre amigos". Probablemente sus padres, en ese momento, están más nerviosos que ella.
Arlene, embebida en el piano, desliza sus dedos jóvenes, casi quinceañeros, sobre las teclas del instrumento. Tiene como prisa por deleitarnos. Se arranca con Beethoven ("Claro de Luna"), Mozart ("Fantasía 1ª"), Ketélbey ("En un mercado persa"), Beethoven de nuevo ("Sonata 9ª) y, para completar el menú musical, Mendelssohn ("Rondó capriccioso"). Entre pieza y pieza, aplausos cariñosos (no es para menos). Y llega la "propina", fervorosamente exigida por el auditorio. Para variar, interpreta a Albéniz ("Rumores de la Caleta"). Nuevos aplausos. La guinda, la pone su propia abuela materna (¿cómo decirle que no a una abuelita?). Esta le pide que vuelva al punto de partida y nos deleite, una vez más, con el "Claro de Luna" beethoviano.
En el ambiente vacío, pero añorante, del Colegio (hoy remodelado con el nombre de IES "Pablo Díez"), aún resuenan los ecos de un piano adolescente. Arlene, "Reina", estuviste maravillosa aquella noche y nos demostraste que la música, además de para otras cosas, sirve para despertar la sensibilidad de las personas.
Desconozco qué ha sido de aquella jovencita rubia. Hoy, en plena adultez, bien pudiera ser una madre de familia en torno a los cuarenta años. ¿Seguirá con la bella afición de la música? Tendré que preguntar a alguno de sus familiares, que siguen viniendo a veranear en Boñar durante el mes de agosto. Dondequiera que estés, Arlene, recibe mi beso cariñoso y musical.
ARLENE, en pleno concierto el 14 de agosto de 1986