Momento histórico para Boñar: 31 de julio de 1993
Era una mañana soleada del último día del mes de julio, sábado. Lo recuerdo como si fuera hoy. Apenas tuve noticia del acontecimiento, me fui a casa para coger la cámara de video y poder grabar ese momento histórico en la vida del protagonista de mi blog: EL NEGRILLÓN. Cuando llegué a la plaza, ya sólo quedaban los brazos desnudos del "gigante arbóreo". Los vecinos, hasta con carretillos, recogían los despojos para alimentar sus estufas de leña. En el Club El Soto, curiosamente troceada, almacenamos leña de negrillo grande dentro de la antigua caseta metálica de color verde y, al calor de la estufa francesa, celebramos animadas tertulias boleras.
Curiosamente, al volver a ver la cinta de video en VHS, me encontré con el recorte de prensa dentro de la carátula. Aunque el pie de foto -supongo- es de los compañeros del Diario de León, la instantánea es de un profesional de Boñar: FOTO "PARÍS". Y eso es la profesionalidad: captar el hecho en el momento oportuno. Enhorabuena, paisano.
Manolo, como puedes comprobar, el pie de foto (El maragato en la torre) demuestra que nuestros blogs son hermanos, unidos por la Jota de Boñar (... y en la plaza El Negrillón). Con acierto, nuestros paisanos de la primera corporación "democrática" rebautizaron la plaza y la llamaron PLAZA DEL NEGRILLÓN.
Además de la cinta de video con la grabación minuciosa de toda la operación de LA PODA, conservo un trozo de madera de negrillo (como si fuera una reliquia -con perdón-), con la fecha grabada en el corte del tronquito. Me faltaba únicamente dedicarle a "nuestro gigante" -aunque hoy esté esquelético- un romance heroico. Es éste:
Árbol majestuoso y centenario
que, en otro tiempo, fresca sombra dabas,
hoy tus brazos al cielo, casi mancos,
me recuerdan los tiempos de la infancia;
años tiernos, de juegos y de fiesta,
con los niños corriendo por "tu plaza".
Los amantes añoran tu cobijo
cuando, ayer, en tu seno se besaban,
y tú, fiel, contemplabas su embeleso,
su romance empapado de miradas.
Los abuelos cuidaban de sus nietos
y los padres, tranquilos, paseaban;
los chavales hacían travesuras,
bromas dulces, auténticas trastadas.
Los turistas quedaban asombrados
contemplando tu torso y tus mil ramas,
sin poder rodearte con sus brazos,
sin poder abarcarte con el alma.
Tus paisanos, por fin, agradecidos,
convinieron que el nombre de la plaza
era propio de un "árbol centinela",
que ha sabido luchar en mil batallas.