lunes, 26 de junio de 2017

MIS AÑORANZAS DEL VERANO DESDE LA DISTANCIA


Con mis "AMIGOS DE LA MÚSICA" en el homenaje a ISAIAS (Narayola)


Playa de CALAFELL (I). Amanecer en el Pantano del Porma (en el ATARDECER PREMATURO DE TU VIDA, D.E.P., Jaime Argüello) /D/

       Ausente de León durante una semana, vuelvo a retomar la actividad del blog coincidiendo con el comienzo del verano. Desde la costa dorada, en el Mediterráneo, tuve tiempo de recordar el hermoso día que pasé en Narayola con mis AMIGOS DE LA MÚSICA en el homenaje que el pueblo tributó a su compaisano ISAIAS RUBIO el pasado 11 de junio; o la NOCHE DE SAN JUAN en el paseo marítimo de Calafell, inundado por cientos de petardos, tracas y voladores.

       A mi llegada de retorno a León, me encontré con la cara triste del verano: el fallecimiento inesperado y fatal de JAIME ARGÚELLO, hijo de mi buen amigo NARDI el de Grandoso. En su Ruta de las Hadas, se cruzó con la Maligna. D.E.P., chavalote, y mi abrazo sentido para toda tu familia.

       Y, para recordar los años de la infancia y juventud en torno a la hoguera en la noche de San Juan, o la romería en la fiesta de Barrio de las Ollas, me subo de nuevo a la columna LA LIEBRE en la que Álvaro nos deleita con el título POR SAN JUAN.



La NOCHE DE SAN JUAN en la playa

       "Cuando no nos preocupábamos de saber a qué hora crecía la sombra por encima de nuestras cabezas al atardecer, todos los días tenían las mismas noches a partir de la víspera de San Juan para arrebañarle con la lengua los cercos a la luna. El tiempo era un formulismo, como comer a las horas o comprar el pan, toda vez que el verano entraba por la puerta con los pies tiznados por la ceniza de las hogueras y los zapatos en la mano. Habíamos alimentado las llamas con lo que entendíamos que nos pesaba en los bolsillos de tanto meter las manos para huir del frío. Habíamos saltado tres veces por encima de ellas para convencernos de que las penas ya no tenían la fuerza suficiente para quemarnos. Y nos creíamos invencibles después de sobrevivir al fuego. Nadie nos había dicho que mañana sería un poco más corto todo. No teníamos ni idea de que los días empezaron a decrecer ayer. No éramos conscientes de que nunca volveríamos a ser tan jóvenes como hoy.

       Para recordarlo, San Juan nos bautiza cada año al encontrarnos en la orilla en la que nos dormimos, resacosos al amanecer para prolongar los días sin saber si aquel domingo provenía de un sábado o un jueves. Aunque nosotros, los de entonces, ya no seamos los mismos, el solsticio nos abre otra puerta para entrar en el año por el verano con los pantalones pesqueros y el sol en los ojos. El fuego de la noche más corta nos concede una nueva oportunidad de ser lo que fuimos antes de que nos traicionásemos, antes de que olvidáramos el valor de lo que no se puede pesar, ni tiene equivalencia con moneda alguna, como la lentitud de los atardeceres o el color de las mañanas; antes de qwue conviniésemos las normas para no hacernos daño sin quererlo; antes de que sopláramos las brasas que habíamos alimentado de tanto reírnos a carcajadas cuando nos decían que era tarde y había que cerrar.

       Pero, desde este espejismo que nos traen las flores de saúco en las puertas de las casas de los pueblos de la montaña, vuelven a madrugar los días y los atardeceres arrastran los pies cuando se marchan por el horizonte de los picos para dejar un rastro violeta y anaranjado. El verano se tiende como si fuera nuevo, pero resulta que nos suena familiar. Quizá se trate de un déja vu que nos confunde. Estuvimos aquí antes. Vivimos esto mismo otras veces. Fue una noche de San Juan, si no me acuerdo mal."


El mar y la playa de Calafell desde la terraza