miércoles, 27 de junio de 2018

A PESAR DE TODO, "LA ROJA" YA ESTÁ EN OCTAVOS DE FINAL


Gol de INIESTA en la final del Mundial - 2010

       Los que somos futboleros desde la infancia tenemos un concepto distinto acerca del FÚTBOL (así, con mayúsculas). Ello se debe a las muchas horas que hemos ocupado practicando este deporte-vicio nacional (aficionado y federado). Cierto, cada uno llevamos dentro un entrenador-seleccionador, que nos hace discrepar frontalmente con los que rigen los destinos de nuestra selección nacional de fútbol. A pesar de la TV y las redes sociales, las imágenes se distorsionan con enorme facilidad. Resulta más que difícil contrarrestar el fanatismo de algunos aficionados (que todo lo ven desde el color de la camiseta de su equipo). 

Equipo cadete del PUENTE CASTRO F.C. (década de los 90)

       Hecha esta aclaración inicial y teniendo en cuenta que también él lo ha practicado desde niño, suscribo literalmente el artículo de mi hijo Álvaro que, con el título LA VIDA EN MUNDIALES, trató el tema en su columna periodística LA LIEBRE.

       "Tengo diez Mundiales. Los cumplí el jueves cuando me descubrí ante el Rusia-Arabia Saudí como hace ahora 36 años que me había sentado mi padre delante del televisor con una camiseta de Naranjito, el chupete y el remolino indisciplinado para entender, delante de un España-Honduras, que hay cosas más importantes, pero son todas mucho más aburridas. Los mundiales nos enmarcan mejor que los cumpleaños o las Navidades. Son puntos geodésicos en los que fijamos episodios de nuestra biografía como si fueran chinchetas en un mapa para recordarnos con el paso del tiempo. Por las Copas del Mundo sabemos que trasnochamos por primera vez aquella madrugada en la que el Buitre voló en Querétaro, mientras Di Stefano repetía que "la calor" era impresionante en Méjico, donde acabamos al borde de la excomunión al proclamar Dios a Maradona.
       No recuerdo bien qué hice los cuatro años siguientes, pero sé que en 1990, el verano en que quise ser el Toto Schillaci pero con pelo, estábamos delante del televisor de 14 pulgadas que sacaron a la calle en la bolera de Boñar para que los guajes nos arremolináramos como un enjambre cuando Brehme metió el penalti que despertó a Argentina. Adolescente de bofetón, me encontré en 1994 en el salón de casa de mi abuela rebozado en las lágrimas de Luis Enrique, aquella tarde en la que Tassotti nos partió la cara para que nos acostumbrásemos a entender la vida, la misma que nos concedió justicia poética cuando Roberto Baggio echó en la final ante Brasil el penalti al cielo de Los Ángeles.
       Me hice mayor de edad después de que Zidane enmarcara la cara del hijo de unos refugiados argelinos en el Arco del Triunfo y, ya en la universidad, me perdí, vencido por la resaca en el sofá, el atraco matinal de Al Ghandour a España en 2002. Tenía un ordenador delante y la tele de la redacción a un lado en 2006, el mes de julio en el que los alemanes se traicionaron a si mismos, pero Italia traicionó a todos los demás. No sabría decir qué hice el lunes, pero repetiría con exactitud el verano de Sudáfrica que acabó junto a los amigos metido en la presa del Soto con la mesa y las sillas, mientras mi hijo Martín con tres años debutaba desde la orilla con el gol de Iniesta y la camiseta de Villa. Ahora, superado el 2014 en el que Brasil se inmoló en casa, aquel 7 de España lo ha heredado Mateo. Este Mundial tampoco nos vamos a olvidar."

ALGUNOS RECUERDOS DE MI BIOGRAFÍA FUTBOLERA



Años: 1969 (I) y 1972 (D) con el C.D. BOÑAR










C.F. OLLEROS (Temporadas 1972-74)

C. D. BOÑAR (Verano de 1971)