viernes, 9 de marzo de 2018

LAS PENSIONES, EL I.R.P.F., EL I.P.C. Y OTROS INVENTOS


Un abuelo feliz con sus nietos (MARTÍN y MATEO)

       Cuando todavía estaba en activo (allá por la década de los 80), creo recordar que a los pensionistas (no sé si a todos) no se les retenía nada por el IRPF y, de acuerdo con el pacto de Toledo, su pensión se revalorizaba anualmente según el IPC. Entonces, yo no entendía lo del IRPF (porque los euros de un pensionista tienen el mismo valor que los de los demás contribuyentes). Hoy, ya no entiendo nada, incluso reconociendo mi analfabetismo en Economía. Lo cierto es que LOS JUBILADOS (unos nueve millones según el Estado) se han lanzado a la calle para reivindicar sus derechos ante el ridículo aumento del 0,25% de sus pensiones. Respetando las diferentes formas de manifestación, prefiero hacerlo como pensionista a través de este mi blog.
       No obstante, aunque él tiene un futuro más prolongado por delante, le cedo la palabra a mi hijo ÁLVARO que, en su columna periodística, aborda el tema con el título de TRAICIÓN.

Los dos bisabuelos (LUMI y CRUZ), ya fallecidos.













       "En León, los presupuestos generales del Estado se abren desde hace tiempo por la cuenta de las pensiones. La puerta de las prestaciones de las clases pasivas se activa para dar contenido al sostenimiento de esta provincia. La cartilla del abuelo soporta el peso de la supervivencia de miles de familias leonesas en las que cada mes, de los que se cuentan ya por años, no hay más nómina que la que cuelga de la libretina de ahorros, abarquillada de tanta visita mañanera a la Caja para actualizarla. No hay mucho más, como se empeñan en certificar los indicadores: 1,2 trabajadores por cada pensionista, frente a los 2,1 de media nacional; un nacimiento por cada tres fallecidos; una pérdida del poder adquisitivo que ya supera el 8%... Un rosario de cifras, en las que se abisma el territorio, frente a las que se han levantado los pensionistas leoneses, al rebufo de toda España, como monumento a la resistencia de los que ya no tienen nada que perder porque pensaban que lo habían ganado todo y ahora se lo discuten.

       El movimiento de las pensiones dignas eleva la autoestima de la provincia, donde en los últimos años la domesticación de las protestas ha convertido los derechos en privilegios y sepultado sectores enteros, como la minería, sin remisión alguna. Las marchas de los pensionistas se alzan con sus voces rotas para describir cómo los abuelos han salvado de la quiebra al sistema durante la crisis para cerrar las grietas que se abrieron en el estado del bienestar. El esfuerzo extra se condena ahora con subidas indignas, retenciones desorbitadas y llamamientos al pánico. El mismo poder que ordenó la maniobra de salvación de los bancos con el dinero de todos a fondo perdido, como se ha visto en la mayoría de los casos, publicita ahora la necesidad de contratar fondos de pensiones privados con la amenaza de que se romperá la cadena que liga el pacto de reciprocidad de una generación con la siguiente: esa deuda que contrajimos con quienes sufragaron nuestra educación y sanidad, quienes construyeron la sociedad que disfrutamos. La TRAICIÓN la denuncian los pensionistas de León, donde hay 146.000 personas censadas en este régimen, con una pensión media de 886 euros, pero miles que no pasan de los 600 y una brecha  entre hombres y mujeres del 40%. No extraña que haya estallado la lucha, que ahora quieren capitalizar los sindicatos y quienes les abandonaron antes.

       Al final, la guerra de nuestros abuelos va a ser ésta. Ojalá que no la perdamos.


Pasado, presente y... ¿futuro? 




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