lunes, 6 de junio de 2011

PLAZA DEL "BICHONGO"



      El hecho de pasar tantas y tantas veces por un mismo sitio, hace que se nos pasen desapercibidos los detalles nuevos. Sin embargo, en aquella ocasión no ocurrió así; la novedad (¡y qué grata novedad!) despertó en mí la sorpresa admirativa y, ¿por qué no?, sinceramente plausible.

     A finales del verano de 1986, y al pasar por la carretera, desde el coche observo que, a mi izquierda, una placa de mármol oscuro brilla con sus letras plateadas. Horas después, con detenimiento reflexivo, puedo leer íntegramente el texto de dicha placa: PLAZA DE R. LUIS SAN TIRSO; y, en la parte central inferior, un medallón con el retrato en color del protagonista de esta historia (hoy, totalmente decolorado y borrado). En aquel momento, desconocía de quién había salido la idea; no importaba. Unamuno nos habló de la "intrahistoria"; yo, sin pretender enmendarle la plana, prefiero hablar de la "microhistoria", de esa pequeña peripecia diaria que va entretejiendo la existencia de los mortales. Y este es el caso que me ocupa. Se trata de un hombre sencillo, solitario en apariencia, que murió siendo octogenario; pero bonachón a carta cabal, humorista y dicharachero, jugador empedernido del "tute de vuelta" (como decimos por estos lares), con la boina descolorida por el uso (como la del angelote que corona el "cañín" de su plaza). Por cierto, revolviendo algunos recortes de prensa, descubrí que tu apodo se debía a que tú llamabas EL BICHONGO al AS DE BASTOS (ya le preguntaré a Luisito Costillas por el tema).

     Amigo BICHONGO (espero que no te ofendas por la confianza que me tomo), nos hace falta mucha gente como tú: experimentada (tú lo eras en la albañilería como empleado municipal), abierta, con mucho mundo a sus espaldas, con abundante "mundología"; sana, cordial, amable. Hombres de una pieza, sin doblez ni hipocresías petulantes; hombres de pueblo (en, con y para el pueblo). Porque así eras tú, aunque no acertaras a creértelo.

     Hoy, cuando estamos a las puertas del verano, te sigo viendo orondo (sin la "H" de la hinchazón egoísta), casi fundido con el banco que descansa en la perpendicular de tu placa y en el centro de tu plaza, como velando las armas de tu grandeza pequeña y humilde. Alguien podría pensar que fuiste uno de los muchos hombres sin historia; pero se equivoca rotundamente. Tú eres la historia, tu historia, el protagonista de una aventura inolvidable, fundido eternamente en el mármol del recuerdo. Desde donde estés (yo espero que sea en el "cielo de los bonachones"), recibe acualizado mi homenaje póstumo en verso:

Tú fuiste un hombre de pueblo
que no conoció el rencor;
hoy tu pueblo, agradecido,
reconoce tu valor.
Una plaza recoleta,
con un caño y un rincón,
es el tributo ofrendado
al trabajo, a tu tesón.
Fuiste maestro en el "tute"
y en el "tuteo", señor.
Luis Bichongo, Luis a secas,
parlanchín algo guasón.
Tú serás siempre EL BICHONGO,
campechano y solterón;
tus paisanos somos todos,
tus amigos, un montón.


1 comentario:

Beatriz Basenji dijo...

Esas personas tan entrañables que hay en los pueblos!Que no pueden faltar en la tertulia familiar que se logra sólo en ese sitio.Me ha gustado y mucho su personaje célebre.
Cordiales saludos.
Beatriz Basenji.