martes, 3 de noviembre de 2020

LOS SANTOS, LOS DIFUNTOS Y LA COVID-19






Iglesia Parroquial y Vista panorámica del
CEMENTERIO DE BOÑAR.











   Con anterioridad   a la PANDEMIA, ya habíamos entrado en una ETAPA DE IRRACIONALISMO (sobre todo "político"). Hoy, el BICHO nos ha metido en una IRRACIONALIDAD GLOBAL. Nuestro país (con sus 17 autonomías) trata de sobrevivir a esta difícil CRISIS SANITARIA Y SOCIO-ECONÓMICA. Con o sin COMITÉ DE EXPERTOS, seguimos improvisando medidas disuasorias y protocolos provisionales para capear este temporal indefinido. El VIRUS INVISIBLE nos ha roto todos los esquemas; ya no nos sirven los calendarios habituales y tenemos que vivir a "salto de mata". Si nos asomamos a las cadenas de TV y a las redes sociales, experimentamos un "escalofrío viral" que nos encoge el corazón. En vísperas -quizás- de un nuevo confinamiento domiciliario, tenemos que invocar a TODOS LOS SANTOS y recordar a los FIELES DIFUNTOS para siuperar este momento de incertidumbre, esta pesadilla sin final.

      Después de un tiempo, vuelvo a la columna periodística de ÁLVARO (mi "otro yo") para invocar la ayuda de EL BARQUERO, que nos ayude en esta "endiablada travesía de la vida". ¡Suerte para todos!


El REGUERO DEL ARVEJAL remozado

       "En el poyo de la puerta de noviembre se sienta con las manos frías metidas en los bolsos el barquero a vernos pasar. Hace tiempo, mientras escarba con la puntera del zapato en los restos que el otoño desperdiga por el suelo. No tiene prisa aún por picarnos el boleto. Sabe esperar. El viaje, en cualquier momento, acabará por llevarnos a cruzar el río. Hoy no, pero mañana le sobran los días que darnos de ventaja, ahora que ignoramos que en algún momento tendremos que echarlos de menos. Conviene no olvidarlo, como nos enseñaron con su ejemplo algunos de los que ya partieron. Viene bien tenerlo presente, pese a que sólo nos ocupe apenas tres jornadas al año por estos pagos, cuando las tardes se retuercen entre las hojas caídas para descorrerle la mantilla nácar al sol. Contra la luz que se fuga unos minutos antes en cada puesta, las costumbres que heredamos nos citan delante de los panteones en los que la piedra exhibe las cicatrices de las mordeduras ocres y cárdenas de los líquenes, ante los nichos de pared donde se avecinan los difuntos para aligerar las plusvalías de la tierra, al pie de los árboles bajo cuya sombra descansan las cenizas de los cuerpos que fueron llama antes de arder. Ahí nos asomamos los deudos, convencidos de que rescatamos su memoria. Pero no es verdad. Para eso le sobra espacio al calendario. El 1 de noviembre, por Todos los Santos, vamos a honrar a nuestros antepasados con el orgullo de celebrar que su muerte tiene todavía más vida que darnos.

      La conmemoración arrastra este año desde marzo las vísperas que han obligado a las familias a despedir de manera atropellada a sus difuntos sin apenas duelo. Los peajes del virus han enterrado a miles de difuntos en el silencio que cabe en un responso leído de carrerilla, sin velar, ni siquiera acompañar en las últimas horas por el miedo a los contagios. El confinamiento escondió las colas de los féretros que aguardaban turno en el Monte San Isidro para que quedara libre un coche fúnebre, que esperaban al otro lado de las puertas cerradas de las residencias de ancianos, que, en sordina, disciplinados, sin coronas en los laterales, avanzaban por la avenida de San Froilán camino del camposanto de Puente Castro sin nadie detrás que los escoltara. No deberíamos olvidarlos. Este 1 de noviembre, cuando pasemos delante del barquero, la muerte tiene más que nunca mucho que enseñarnos".


DIFÍCIL ENCRUCIJADA

Seguimos empantanados
en un momento complejo,
necesitamos ayuda 
para encontrar elementos;
medios que aporten salida,
soluciones y consejos,
que nos permitan llegar
a un mundo limpio y sereno.
Perspectivas y horizontes
hacia un mañana de ensueño,
naturaleza habitable,
sin agobios ni tropiezos;
un espacio más humano,
sin fronteras ni misterios,
donde podamos vivir
protegidos por el cielo.

¡Que pase pronto esta angustia,
que termine este mal sueño
y que, al final, renazcamos
a un nuevo día sin término!

      





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