Plaza CIMADEVILLA (RIAÑO)
En plena época de la globalización, la crisis galopante es como un pulpo con infinitos brazos que se cierne sobre todos los ángulos de nuestra sociedad. Si a ello añadimos la revolución tecnológica y la informatización de casi todos los servicios sociales, tenemos el menú completo para la reducción de personas al frente de las instituciones. Y uno de los brazos de ese pulpo voraz es el que amenaza las plazas de correos en la montaña oriental leonesa. Consciente de esta situación, vuelvo a subirme a la COLUMNA "LA LIEBRE" y le cedo la pluma a Álvaro que, bajo el título CARTEROS RURALES, toca el tema con su ironía habitual.
Las bicicletas de reparto de cartería se han transformado en macetas para las plantas.
"El cartero fue un indicador de civilización, como el agua corriente o la luz. Donde llegaban las cartas, avanzaba el mundo, se poblaban los territorios y se desarrollaban los pueblos, cada cual a su modo, a través del hilo conductor de papel que traía y llevaba noticias para unirlos con el resto de la sociedad. No había aislamiento allí donde se trepaban los mensajeros con los zurrones llenos de misivas: sobres de ida que cerrábamos con el sabor agridulce en la punta de la lengua, como un pecado, para que no se perdieran por ahí durante el viaje las letras que habíamos metido dentro; sobres de vuelta que soñábamos que fueran para nosotros cuando los veíamos pasar por la puerta sin detenerse en nuestro buzón, como las niñas que no nos hacían caso. Llegaba el cartero y eso quería decir que el pueblo no estaba cerrado.
La esperanza del cartero, que ha hecho más por evitar el abandono de los paisanos en los pueblos que todas las ideas inútiles de la Agenda de Población de la Junta, queda en suspenso ahora con los recortes impuestos por los responsables de Correos en la provincia leonesa. Van cerca de 200 plazas desaparecidas en menos de una década, por mucho que disimulen bajo la coartada publicitaria de la "optimización" de recursos y la excusa de que han bajado un 40% los envíos. La muletilla tramposa esconde que se reduce el servicio para los usuarios, con la merma de la frecuencia de entregas y horas de atención en las oficinas, y que se empeoran las condiciones para los trabajadores. La fórmula de funcionamiento, con cinco efectivos menos en el entorno de Riaño en los últimos días, describe rutas de reparto que suman hasta 191 kilómetros por carreteras de alta montaña para llegar a pequeñas poblaciones en las que, en pleno invierno, la entrega de las cartas se acompaña en muchos casos con el pan y hasta con los medicamentos que la gente mayor no puede bajar a comprar a la farmacia de cabecera de comarca. No se trata sólo de un servicio público, sino esencial para gran parte de los territorios provinciales.
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